jueves, 17 de enero de 2019

El príncipe azul (o la princesa)



“ No sé si yo tengo una especial fijación con las causas perdidas o verdaderamente las personas se abandonan con demasiada facilidad.

Pocos son capaces de llenar el recipiente de la paciencia hasta arriba y menos en la generación del ¨ usarytirarismo¨.

Por otro lado, existe algo de ingenuidad en todos esos abandonos.

¿qué nos hace vivir esperando? ¿qué es eso que esperamos vivir?

Si es que no hay mucho más: los príncipes no van a ser mucho más azules ni la mierda del siguiente va a oler mejor.

Pero creemos que sí y así perpetuamos el abandono; una renuncia que se escuda en la fe hacia algo extraordinario que ha de llegar.

Las reticencias, el “ahora no”, todo lo que no se dice porque está reservado para las grandes ocasiones, las grandes historias.

No va a existir gran diferencia entre lo que amamos a esta persona y lo que amemos a la siguiente.

Nada será nunca lo suficientemente excepcional. Todo se acaba impregnando de taras, vísceras y sangre seca.”







Este es un texto que hace al menos un par o tres años llegó hasta mí por medio de su autora, una artista en cuerpo y alma con una cabecita especial que se llama Ana Loig. Me gustó, y decidí algún día escribir una entrada inspirándome en sus palabras y reflexionar en base a mi experiencia.

Es verdad que tengo la sensación generalizada de que en menos de 100 años se ha pasado de aguantar con tu matrimonio hasta el final a lo que ahora llamamos un divorcio “express”. Antes no estaba muy buen visto, hoy en día es algo normal.

Antes se soportaba casi todo y ahora no se soporta casi nada. Ni una cosa ni la otra debería ser así.

Unos se sentirán más identificados, otros menos y otros...nada, pero yo creo que hay verdad en esas palabras.

Anclados en una idea, o más bien un concepto romántico, buscamos a ese príncipe azul (o princesa) que nos colme de felicidad y que haga que la vida sea perfecta e ideal. Es algo que nos han metido hasta en la sopa en la literatura, películas , canciones... y no digo que esa persona, esa alma gemela no exista, digo que quizás tengamos un velo en los ojos que no nos permita ver más allá. Es que quizás existe más de una.

Os pongo una frase, conocida por muchos de vosotros que dice lo siguiente:
“ Si lloras por la noche porque no ves el sol, las lágrimas no te dejarán ver las estrellas”
En mi interpretación libre yo veía al sol como aquella persona que amabas pero que no podías tener, bien porque la perdiste o bien porque nunca la pudiste conseguir. Y las lágrimas no hacían otra cosa que nublar tu corazón y no permitirte ver que ahí fuera en el cielo, existían millones de estrellas que en realidad son soles, con la misma luz potencial para poder iluminar tu corazón.

Así que a veces no podemos ver, pero sobre todo en muchas ocasiones no queremos ver.

El texto habla del abandono, un abandono en pos de algo que nosotros creemos que llegará y colmará nuestras expectativas. Las personas no se dan tiempo a conocerse, nos hacemos una película que si se desvía del guión ya no nos gusta. Lo romántico ha pasado a ser oportunismo, un intercambio de intereses. El capitalismo ha llegado al amor en forma de mera transacción. Y con la misma rapidez que se acepta, luego se termina como si pidieras la cuenta en un bar…Inconformismo por bandera. Pasamos de un extremo a otro.

Ojo, no estoy diciendo que todo sea así, pero es algo que subyace de la sociedad en la que vivimos hoy en día. Una sociedad en la que nos ponemos en el escaparate cual producto en una aplicación o en las redes.

Y yo voy incluso algo más lejos. Y esto lo digo según mi experiencia de vida. A veces incluso he descartado a personas sin ni siquiera darles una oportunidad, aunque más bien era yo el que me estaba negando esa posibilidad. Prejuicios, argumentos inciertos para escudarse en esa búsqueda que luego ves que es fútil, que no termina de llegar porque tus ideas preconcebidas envenenan la razón. [Nada será nunca lo suficientemente excepcional.]

Muchos de vosotros os habréis preguntado alguna vez qué hubiera sido si lo hubiera intentado con ésta o aquella persona, o si hubiéramos pasado más tiempo del que en realidad nos permitimos pasar.

Yo digo que la vida es realmente corta, un soplo de aire que tal y como viene se va sin darnos cuenta, y si nos encontramos en ella con personas que merezcan la pena, no deberíamos dejarlas pasar porque no encajan en nuestro guión de una historia perfecta que nos hemos hecho incluso antes de realmente conocerlas. Porque la película de nuestra vida ni está escrita ni la podemos preconcebir. La tenemos que vivir día a día porque si no sería una falacia, algo intangible a lo que agarrarnos y así no ver lo que está delante nuestro.

A veces lo excepcional no está a simple vista, y uno tiene que hacer un ejercicio de empatía y tener un poquito de paciencia para descubrirlo. Todos tenemos taras que nos vienen de experiencias anteriores y de alguna forma nos bloquean y nos crean una coraza. No caigamos en eso. Abramos los ojos, la mente y el corazón o puede que se nos escapen personas realmente excepcionales que están, de forma literal, delante de nuestras propias narices.

Olvidad el principe azul, abrazad cada detalle que hace especial a una persona. Hay cientos, miles de ellas que pueden ser de la realeza también. Y no digo que nos conformemos, digo que no nos pongamos límites a lo que podemos llegar a sentir por alguien.